domingo, 20 de enero de 2008

El duro invierno

Bien, bien, bien. Aqui tenemos, tras quizas demasiado tiempo, otra imagen en la que podemos observar como nuestros objetos entran en simbiosis.
Las prendas de ropa buscan el calor del radiador, desesperadas por conseguir ese poquito de calor que las haga reaccionar, recobrar el hálito y la tersura que produce el contacto con la piel, que aviva el olorcito del suavizante que llevan en lo mas interno de sus fibras; pobres ilusas. El radiador, orgulloso, inerte, sabe que no va a funcionar hasta que no llegue el duro invierno, momento en el cual probablemente no pueda ofrecerles su calor porque a ellas ya se las habran llevado. El lo sabe bien. Aguanta un verano tras otro, en silencio, en calma, mudo, acurrucado en el rincon como el perrito que espera la voz del amo que le indique que llega su momento. El radiador es un amigo fiel.

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